✈️ Un viaje por los sabores del oficio pastelero
Durante las últimas semanas he recorrido obradores, cocinas y espacios de creación pastelera en un viaje que comenzó en Las Palmas de Gran Canaria y terminó en Plasencia. No ha sido solo un desplazamiento físico, sino una travesía profesional para conocer, compartir y contrastar formas de entender la pastelería en distintos contextos.
Las Palmas de Gran Canaria: punto de partida con sabor atlántico. Allí descubrí cómo la pastelería se adapta al clima y a los ingredientes locales, con propuestas frescas y tropicales que dialogan con lo clásico.
Sevilla: ciudad de contrastes, donde el calor y la historia se traducen en elaboraciones intensas, hojaldradas y almibaradas. Un lugar donde el oficio se respira en cada esquina.
Cáceres: pausa reflexiva. Aquí encontré obradores que trabajan con respeto por el producto local y por los ritmos lentos, donde el mazapán y el turrón se elaboran con mimo y memoria.
Cádiz: reencuentro con mi familia. Fue el momento de compartir lo aprendido, y reconectar con la esencia que me llevó a emprender.
Andorra: regreso al entorno industrial y hotelero. Un contraste que me permitió reflexionar sobre cómo escalar procesos sin perder alma, y sobre el papel del chef pastelero en estructuras más técnicas.
Villanueva de la Serena, Valdivia y Plasencia: cierre con sabor a tierra. Entre harinas, frutos secos y obradores familiares, confirmé que el oficio vive en cada rincón donde hay manos que respetan la materia prima.
Este viaje me ha permitido observar cómo la pastelería se transforma según el entorno, el público y los recursos. Pero también me ha reafirmado en algo esencial: el valor del oficio, del conocimiento compartido y del respeto por la técnica.
Gracias a quienes me han recibido, escuchado y enseñado en cada parada. Seguimos construyendo una pastelería con identidad, oficio y propósito.
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